“El sepulcro estaba vacío.” Fue la expresión de María Magdalena.
Comienza la historia de la Iglesia, que se funda en la fe de quien tiene los ojos abiertos para ver el misterio que entraña una tumba vacía, de quien tiene el alma esperanzada, de quien tiene un corazón intrépido para correr a comunicar la gran noticia.
Ir en busca del AMIGO, aunque parezca una locura, como Juan y Pedro, no es otra cosa que abrir la vida espontáneamente a la misión, a la promesa de una presencia constante de Dios.
La Pascua de resurrección nos abre a la alegría, al gozo, a la celebración de la VIDA. Jesús nos hizo una promesa que perdura en el tiempo: “Yo estaré con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo”
Ser Iglesia, es peregrinar con la certeza de la Presencia de Jesucristo a nuestro lado, en nuestras vidas, ha de hacer que hoy brote un ¡ALELUYA, CRISTO VIVE! Que todos vivamos desde la alegría profunda, porque hemos visto al Maestro y Señor, al Amigo que da su vida por nosotros, al Vencedor de la muerte… a Cristo.
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