Inscriba a su hijo(a) de primaria en el Club de Lectura en la Misa de 10 de la mañana del domingo
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San Marcos 4, 35-41 ¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?Hoy, en concreto, vamos a sentir su presencia en medio de las dificultades. ¡Cuántas tormentas hay sobre nosotros! Preocupaciones, violencia, guerras, malos tratos, abortos, egoísmo, inmigrantes que perecen en las olas de los diferentes mares… Pidamos al Señor que no nos abandone. Que nuestra fe sea cada día más grande para luchar en contra de aquello que intenta hundirnos. ¿Lo intentamos? En el evangelio, San Marcos nos va a describir la conocida escena de la tormenta y los apóstoles. Sintieron miedo y abandono. Pero ahí estaba el poder de Jesús para protegerlos. El mal enfurecido se calmó con una sola palabra del Señor. Jesús nos librará de todo mal como libró a los apóstoles de la tormenta, con una sola palabra. Confiemos en el Señor a toda hora y esperemos de Él y en Él. Esto es todo un plan de vida que hoy se nos manifiesta.
Marcos 4, 26-34 Una Iglesia de corazón abierto“La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Uno de los signos concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas en todas partes. De ese modo, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas. Pero hay otras puertas que tampoco se deben cerrar. Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera. Esto vale sobre todo cuando se trata de ese sacramento que es “la puerta”, el Bautismo. La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles. Estas convicciones también tienen consecuencias pastorales que estamos llamados a considerar con prudencia y audacia. A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas”.
San Marcos: 14,12-16.22-26 Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre. Mi Cuerpo y mi Sangre para Ustedes Admiramos grandemente a todos aquellos hombres y mujeres que dedicaron sus vidas para el bien de otros e incluso estuvieron dispuestos a morir por ellos. Esto es precisamente lo que celebramos siempre que nos congregamos juntos para la eucaristía. Celebramos la vida y la muerte de Jesús por nosotros; pero también celebramos su resurrección, porque él está vivo aquí entre nosotros, en su Iglesia, en nuestro mundo. Pero cuando hacemos lo que él nos mandó -“Hagan esto en conmemoración mía”-, tenemos que aprender a entregarnos a nosotros mismos a Dios y a nuestros hermanos, como Cristo se entregó. La Sangre de la AlianzaMuchos cuerpos son destrozados hoy por el uso de la fuerza bruta y de la tortura; muchas vidas son destruidas por el uso del alcohol o de las drogas; se derrama mucha sangre de gente inocente y de niños. La violencia lleva al odio y a más violencia. Hoy, en esta fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, oiremos de Alguien cuyo cuerpo quebrantado nos trajo paz, y cuya sangre derramada nos trajo el perdón y el amor de Dios. “Este es mi cuerpo entregado por ustedes. Esta es mi sangre de la Alianza eterna.” Cada eucaristía nos trae un mensaje de esperanza de que el amor de Dios está con nosotros ahora y para siempre.
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Reflexiones y tareas domini-calesSección con reflexiones especiales dedicadas para niños. Archives
Febrero 2017
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