Una cosa es lo que decimos y otra lo que hacemos. Somos así de raros. Pero Jesús nos enseñó que tenemos que unir lo que decimos con lo que hacemos y, en todo caso, al final, hacer lo bueno aunque hayamos pensado lo malo.
La enseñanza principal de la parábola es que lo que importa es hacer la voluntad de Dios. Y concreta esta enseñanza con una afirmación muy fuerte: los pecadores (Jesús habla de publicanos y prostitutas) los aventajarán, porque ellos se convierten y nosotros no. Si escuchamos estas palabras como dirigidas a nosotros, podríamos traducirlas como necesidad de desinstalarnos y de ser más auténticos en nuestro “cristianismo de palabra”.
El Señor nos enseña que cada día debemos elegir el bien y cumplir la voluntad de nuestro Padre Dios para llegar al Reino. Con un corazón humilde.
Para finalizar, la Palabra de Dios nos pone muy claro el compromiso de decir SÍ. El problema de nuestro tiempo es que nos cuesta mucho comprometernos. Decimos SÍ con facilidad, pero si ese SÍ lleva detrás un compromiso serio, la cosa no es tan fácil. Creemos merecerlo todo porque hemos dicho "voy Señor y no nos damos cuenta que no engañaremos a Dios por un SÍ repentino. Él ve en lo profundo del corazón, y sabe lo que las afirmaciones encierran.